Nadar con mantas es una de aquellas experiencias únicas en la vida, quizá comparable a cuando tuve la suerte compartir unos minutos con los gorilas.
Cerca de la isla Arborek se encuentra el Manta Point, una estación de limpieza donde las mantas acuden para ser limpiadas por otros peces de octubre a abril. Puedes llegar fácilmente en 20 minutos contratando una excursión. En nuestro caso formaba parte de nuestro crucero de 10 días por Raja Ampat.
Y llegó el esperado momento en que Roli mandó lanzarnos al agua. Con el dedo des de la barca nos indicaba que abajo había una manta. Ya en el agua miro des de mi máscara de snorkel hacia el fondo y a 5 o 6 metros conseguí ver una manta moviéndose despacio en círculos casi tocando la arena. Al ser un fondo de arena blanco se distinguía perfectamente la manta. Roli se acercó un poco buceando, que envidia ya que yo era incapaz de bajar a esa profundidad.
Luego vi una sombra a lo lejos en la superficie y me puse a nadar hacia ella. Poco a poco iba vislumbrando que era una manta. La veía de espaldas batiendo sus alas de forma elegante, como si estuviera volando. ¡De repente se gira y se viene hacia mi! Con su boca abierta impresionaba mucho. Llena de peces amarillos que le ayudaban a limpiarse. Yo con un cosquilleo interno intentando apartarme, pero ella se movió y me pasó a pocos centímetros por debajo. ¡Qué sensación de mantenerme flotando encima de una manta!
Pero detrás de ella venían muchas más. Blancas por el dorso y oscuras por el lomo, nos deleitaron con una danza dando vueltas sobre si mismas justo delante nuestro durante uno de los minutos más largos de mi vida. ¡No quería que terminara! Pero luego siguieron su camino en paz tal como habían venido.
Como dije al principio fue una experiencia brutal, de aquellas que no quieres que se acaben y me hubiera pasado horas observándolas.
Quizá tarde mucho en volver a encontrarme con una manta, pero seguro que repetiré.
